¿Los maratones de series afectan al cerebro? Universidad catalana cree que sí

por © Redacción-PRODUCCIONLATINA.com
Es un ritual moderno. La promesa de entretenimiento ilimitado que hizo Netflix al nacer en California un 29 de agosto de 1997 se ha cumplido con creces, pero su herencia más intrigante no son las series, sino lo que esta nueva forma de consumo le está haciendo a nuestra mente.

Dos términos emergen de estudios recientes: "memoria de pez" y "efecto túnel". No son diagnósticos médicos, sino descripciones de una experiencia común para quien ha devorado una temporada completa en un fin de semana. Elena Neira, profesora de la Universitat Oberta de Catalunya (UOC), lo explica con claridad: el consumo en maratón, tan típico de los estrenos en bloque, "afecta a los procesos de codificación de la memoria que lleva a cabo nuestro cerebro cada vez que recibe una nueva información de interés". El problema, señala, es que se pierde el tiempo intermedio, ese espacio en el que la mente debería trabajar. "Comentar la serie, reflexionar sobre ella mientras esperas la siguiente entrega, leer artículos… todas estas actividades contribuyen a cimentar la memoria a largo plazo". Sin ese proceso, "las conexiones son más débiles y, por tanto, es mucho más fácil olvidarlas".

La sensación es familiar: la frustración de no recordar los detalles cruciales de una serie cuando la nueva temporada, por fin, aparece. Es como intentar preparar un examen el día anterior. Un estudio de la Universidad de Melbourne en 2017 lo corroboró: quienes vieron un episodio al día o uno por semana recordaron más y mejor que quienes lo hicieron en atracón.

Juan Luis García Fernández, neuropsicólogo clínico de la UOC, ofrece una perspectiva desde el funcionamiento interno del cerebro. "No es que tengamos mala memoria, sino que estamos saturando el cerebro con demasiada información, sin darle tiempo a procesarla bien". Para que un recuerdo se fije, argumenta, se necesita atención, comprensión y una conexión emocional. El visionado compulsivo, a menudo acompañado de otras tareas, impide esa consolidación. "Es un poco como comer muy rápido sin saborear: al final, no recuerdas ni lo que has comido".

Pero la saturación de información es solo una parte del fenómeno. La otra es la ilusión de elección. A pesar de la abrumadora cantidad de opciones, muchos usuarios se encuentran navegando por un corredor estrecho, repitiendo patrones. Es el "efecto túnel". Neira lo atribuye a un cambio en el modelo de espectador, que es "activo en el consumo y pasivo en la elección, a pesar de tener libertad absoluta para elegir". La culpa, en gran medida, recae en los algoritmos de recomendación. "La personalización algorítmica no deja de ser un filtro que hace predicciones sobre lo que cree que va a gustar", afirma. El resultado son "interfaces más adaptadas, pero también más limitadas y concentradas en torno a unos pocos títulos".

García Fernández desentraña la mecánica cerebral detrás de esto. "Buscamos ver cosas que nos gusten, y qué mejor manera que cosas parecidas a las que nos han gustado". Este comportamiento activa el sistema de recompensa del cerebro, liberando dopamina, la sustancia asociada al placer. Nuestra atención selectiva, guiada por motivaciones y experiencias previas, se enfoca en lo que espera que le va a gustar, creando una visión de túnel. Distingue entre la atención "bottom-up", dirigida por los estímulos que resaltan en la plataforma, y la atención voluntaria o "top-down", que requiere un esfuerzo consciente para buscar algo nuevo. "Si siempre dejamos que los algoritmos nos lleven de la mano", advierte, "cada vez supeditamos más lo que podemos ver a esa capa de facilitación que nos dan las plataformas".

Las consecuencias a largo plazo podrían ser sutiles pero significativas. García Fernández señala que la plasticidad cerebral, nuestra capacidad de adaptarnos y aprender, se nutre de los nuevos desafíos. "Si todo lo que vemos es predecible, la adaptación a nuevos retos y aprendizajes se reduce". Ver contenidos fuera de la zona de confort, por el contrario, "también permite activar regiones frontales relacionadas con el pensamiento crítico, el aprendizaje de nuevas informaciones, e incluso potenciar nuestra reserva cognitiva".

En su libro "Streaming Wars", Elena Neira analiza cómo la feroz competencia entre plataformas ha exacerbado esta saturación. "Las plataformas saben que la capacidad de elegir de un usuario es inversamente proporcional al tamaño de referencias que tiene ante sí", explica. Su objetivo principal es retener al usuario, y la forma más fácil es ofreciéndole más de lo mismo. Sobre la calidad narrativa, matiza: "Tal vez sí que podríamos hablar de una mayor proliferación de series de tramas menos complejas, pero no de una pérdida de calidad narrativa en sentido estricto".

La solución, coinciden los expertos, no está en apagar las pantallas, sino en recuperar la agencia. Espaciar el visionado, elegir de forma consciente, forcejear con el algoritmo para explorar más allá de lo sugerido y dedicar tiempo a reflexionar sobre lo visto. Se trata de ver menos, pero con más atención. Tal vez así, cuando llegue la próxima temporada, el recuerdo de la anterior no se haya esfumado como el de un capítulo más en una larga maratón.

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